Nuestro cuerpo es una máquina autónoma de bajo consumo energético.
Es una máquina perfecta que funciona con una batería en continua recarga.
Esa batería es el corazón.
La actividad eléctrica del corazón es de todos conocida.
Y la energía necesaria para recargar esa batería la obtiene de los alimentos.
Somos lo que comemos.
Literalmente.
La batería de esta máquina, el corazón, requiere su cuidado y su mantenimiento para poder recargarse continuamente, sin descanso y sin errores.
El cuerpo humano consume energía.
Cada vez que nos movemos, pensamos, leemos, masticamos, respiramos, orinamos, soñamos, cantamos, bailamos, conducimos, trabajamos, reímos, lloramos, amamos, odiamos, hacemos la digestión, practicamos deporte o incluso cuando dormimos, la máquina (el cuerpo humano) consume energía. Absolutamente todas las actividades diarias que realiza el cuerpo consumen energía.
Y el propio funcionamiento del cuerpo, también.
Y a su vez el cuerpo humano también produce energía para poder realizar esos consumos.
Es un ciclo. Otro ciclo de la vida.
El cuerpo humano es un máquina que alberga en su interior un gran laboratorio de física y química donde tienen lugar infinidad de reacciones químicas durante las cuales obtenemos energía para nuestro propio consumo, sintetizamos hormonas, neurotransmisores, catabolizamos o anabolizamos, etc.
Esas reacciones son esenciales para la vida y para la salud del cuerpo, son las que mantienen la homeostasis ó equilibrio físico-químico-energético de todo el cuerpo.
Como ejemplo de estas reacciones podemos mencionar las comunicaciones entre las neuronas, la sinapsis, (reacción química), y la respiración (física, intercambio de gases) que tiene lugar en los alveolos.
sinapsis
La digestión es otro claro ejemplo de reacciones químicas durante la degradación de los alimentos y asimilación de los nutrientes.
Y la base de la salud del resto del cuerpo.(Lo trataré en otro post más adelante)
Todas estas reacciones son muy sensibles al entorno que les rodea (entorno celular) y a la cantidad de sustrato y otros factores presentes en el momento de realizar el proceso.
Además de un sustrato y de energía, para que todas estas reacciones químicas tengan lugar de la manera adecuada, en el momento necesario y, sobre todo, en cantidad suficiente, son necesarias las enzimas.
Las enzimas son proteínas que se forman allí donde hacen falta, es decir en el interior de la célula donde se producen las reacciones químicas necesarias para el equilibrio y la salud del organismo.
estructura proteínica de una enzima
Las enzimas forman parte de todas las actividades necesarias para mantener la vida, como la síntesis, descomposición, transporte, excreción, desintoxicación y abastecimiento de energía.
Algunos estudios revelan que todos tenemos un potencial enzimático, es decir, la capacidad de producir enzimas durante toda la vida a partir de una sola enzima, la enzima madre. Este potencial enzimático nos mantiene activos, sanos, plenos, llenos de energía y eternamente jóvenes.
Pero este potencial enzimático es delicado y se ve normalmente reducido por el estilo de vida de la sociedad actual. Elementos como el alcohol, el tabaco, las drogas, los aditivos alimenticios, los productos químicos usados en agricultura industrial, la contaminación ambiental, muchos medicamentos, (sobre como afectan los alimentos hablo en otro post aquí) las ondas electromagnéticas y, algo muy importante, el estrés físico y emocional y una alimentación incorrecta son alguno de los factores que agotan esta enzima. Y es en ese caso cuando aparecen las llamadas "enfermedades del estilo de vida", enfermedades relacionadas con el sedentario, hipertensión, diabetes tipo II, colesterol alto, obesidad y el cáncer. (En otro post hablaré de cómo se piensa que los alimentos pueden revertir enfermedades)
Pero lo que es aún más importante es que el mayor enemigo de nuestro potencial enzimático son los alimentos, en el sentido en que no escogemos bien lo que utilizamos para alimentarnos. De los alimentos debemos extraer toda su energía potencial y todos sus nutrientes, pero casi nunca vienen solos. Aparecen acompañados de otras sustancias toxicas para el cuerpo o muy poco beneficiosas. Colesterol, grasas saturadas o grasas trans, alimentos de elevado índice glucémico, químicos añadidos, alimentos procesados (leche industrializada, embutidos, alimentos precocinados) son sustancias o procesos que convierten a un alimento en tóxico para el cuerpo humano aunque no produzca una muerte rápida fácilmente asociable al alimento. (En otro post hablaremos de cuales son estos alimentos)
Esa toxicidad se manifiesta como un desequilibrio que produce una obesidad, una hipertensión arterial, problemas de corazón, una diabetes adulta, colon irritable, barriga hinchada....No te mueres, pero tampoco te encuentras en tu mejor momento. ¿O sí?
Porque lo que es aún peor es que nos acostumbramos a estar mal a diario, convivimos con ello y no nos damos cuenta hasta que un día, decidimos aprender a seleccionar lo que comemos, y el malestar deja paso al bienestar, la enfermedad deja paso a la salud y es cuando nos damos cuenta de que estábamos continuamente enfermos. Porque ahora nos sentimos llenos de energía.
Somos lo que comemos
Estudios revelan que estos factores destruyen nuestro potencial enzimático, disminuyen sus niveles y en ocasiones de estrés para el cuerpo, cuando hace falta mayor suministro de enzimas para las procesos que se necesitan realizar en un determinado momento no hay suficiente enzima y algunos procesos dejan de realizarse, o se realizan mal y eso conlleva desequilibrio homeostático y desequilibrio energético, lo que es equivalente a enfermedad.
Para mantener una buena salud en la sociedad contemporánea es esencial
entender el mecanismo de tu propio cuerpo y ejercitar la voluntad
para cuidar tú mismo de tu salud.
(continuará)